“Not letting AI master us”

Aaron MacLean es columnista invitado en The Washington Post y ex capitán del Cuerpo de Marines de EE. UU. Ha trabajado como analista de seguridad nacional en Estados Unidos y suele escribir sobre política, ética y temas de defensa. En esta oportunidad nos deleita con su visión sobre la Inteligencia Artificial «Not letting AI master us».

Aaron MacLean no se opone a la IA per se, reconoce su potencial económico. Pero soslaya el costo intelectual: piensa que la dependencia de modelos como los LLM puede atrofiar nuestra capacidad crítica, de concentración y comunicación. Plantea que delegar el pensamiento a la IA podría llevar a una sociedad subyugada, con poder real en manos de esos sistemas y sus controladores.

¿Su propuesta? Crear refugios intelectuales, especialmente en colleges de artes liberales, donde se enseñe a pensar sin pantallas, con exámenes orales, escritura manual y contacto humano. Una resistencia deliberada al empuje digital.

Los optimistas señalan que ser ludita no ha dado mejores resultados históricamente. De hecho, quienes se opusieron a los faroles eléctricos —por lo que implicaría para los faroleros, empleados en tantas ciudades para encender el gas al anochecer— no son modelos atractivos. Pero respecto a algunas preocupaciones insistentes, los optimistas tienen el terreno más firme cuando argumentan que el auge de la IA probablemente contribuirá al crecimiento económico a largo plazo, incluso considerando algunas burbujas, contracciones y dificultades políticas por el camino.

En repetidas ocasiones Aaron hace alusión a un «ludita» haciendo referencia a los antiguos miembros de los movimientos de principios del siglo XIX en Inglaterra que se rebelaban contra la introducción de nueva maquinaria en las industrias textiles, destruyendo las máquinas y atacando a sus dueños.

Un mundo en el cual se depende cada vez más de los modelos de lenguaje (LLMs) para interpretar el mundo y formular nuestros propios pensamientos a cambio, es un mundo en el que esos LLMs y quienes los administran van a tener un poder enorme.

Puede que la IA nunca se convierta en una superinteligencia autónoma, pero podríamos elegir hacerla nuestro amo de todos modos. Por eso, pese a todas las preocupaciones expuestas aquí, la agenda de la administración Trump para dominar la IA no es equivocada. Lo único peor que aumentar nuestra sumisión de facto a varios modelos LLM sería la sumisión a esos mismos modelos controlados por China –TikTok, haciéndote el pensamiento que te queda. Y eso ni siquiera incluye las otras aplicaciones de la IA en ámbitos militares o de investigación, las cuales parecen mucho menos problemáticas que el impacto potencial de los LLMs en sus usuarios humanos.

En este caso hay que tener en cuenta el contexto donde Aaron escribe la nota, las políticas de Donald Trump favoreciendo el desarrollo de la IA en Estados Unidos y el perfil militar del propio Aaron (ex capitán del Cuerpo de Marines). Aún así, el interés del autor radica en la impotencia del hombre frente las nuevas tecnologías.

Debe haber espacios, especialmente para los jóvenes, donde se cultiven mentes libres. El impulso por prohibir teléfonos en las escuelas indica la próxima reacción contra la revolución digital en general, como también lo indica el aparente incremento en las ventas de cuadernos de examen clásicos, esos que capaz recordás.

El pequeño college de artes liberales —por más sombrío que parezca el panorama para esas instituciones recientemente— podría estar en los primeros momentos de un renacimiento. Es el tipo de lugar donde se podrían construir muros altos contra la revolución digital, y un espacio libre (al menos con fines docentes) de dependencia de LLM, un espacio donde prevalezcan exámenes escritos en clase, orales, prohibiciones de pantallas y otras medidas de sentido común a nivel institucional, y donde se atraiga a estudiantes entusiasmados por el romance de pensar por sí mismos.

Quizás la proliferación de esos lugares sea suficiente para superar los problemas delineados arriba, y para brindar una reacción fundamentalmente sana a la tendencia revolucionaria (en lugar de reacciones menos saludables, como el ascetismo radical o el terrorismo al estilo Unabomber, cuyo mercado parece bastante menos valorado en este momento). Y si no… al menos los estudiantes en esos lugares raros y felices darán evidencia de que están preparados para el único trabajo que queda: ser maestros