En las plazas de Atenas, frente a aprendices, enemigos o extraños, Sócrates lanzaba una simple interrogación y con ella forzaba a pensar. Su método, la mayéutica —del griego “parir”— no consistía en transmitir conocimiento, sino en ayudar al otro a descubrirlo dentro de sí. Para el filósofo, la verdad era hija del diálogo.

Varios siglos después, dialogamos con nuestra computadora. Muy raro todo, pero la inteligencia artificial, responde con fluidez y velocidad asombrosa. Ella está reconfigurando nuestra manera de pensar, aprender e incluso decidir. ¿Estamos pariendo ideas o simplemente automatizando respuestas?

Preguntas incómodas

La mayéutica, permite con preguntas hacer que la persona descubra nociones que en él estaban latentes. Ese método socrático exigía incomodidad. No había confort en sus preguntas, sino riesgo. Sócrates ponía en jaque a sus interlocutores, no por cinismo, sino por amor al conocimiento. Preguntar era una forma de tocar el alma.

La inteligencia artificial, en cambio, ha sido entrenada para ofrecer respuestas eficientes, ordenadas y útiles en la mayoría de los casos. No busca iluminar, sino asistir. Se alimenta de patrones, no de intuiciones (por ahora).

El diálogo con la IA comienza con una pregunta. Y esa pregunta indefectiblemente tiene que ser nuestra. Partimos de los PROMPTS, es ese cursor titilando esperando por nuestra pregunta.

El Prompt puede ser algo muy simple, tal como será la respuesta. O bien podemos guiarnos en estructuras de PROMPT´S para obtener una respuesta digna de la pregunta. No deje de leer las columnas anteriores donde brindamos sugerencias para realizar prompts de calidad.

¿Puede la Inteligencia Artificial hacernos más inteligentes?

En cierto modo las respuestas de la IA nos deberían despertar curiosidad, sin aceptarlas en forma tan inmediata. Nos debería de obligar a elegir con más cuidado lo que queremos saber. En otras columnas, nuestra sugerencia ha sido siempre, tener una “conversación” con la IA y no tan simplemente esperar respuestas de ella. En esa charla, sus respuestas tendrían que ser interpeladas, objetadas y hasta negadas por nosotros.

Se nos ocurre entonces un interrogante: no tanto por lo que la IA es, sino por lo que nos hace ser. Como un espejo que refleja nuestros sesgos, intereses y deseos,…¿La inteligencia artificial puede ser una herramienta para conocernos mejor?. Tal vez, si nos atrevemos a usarla con un espíritu socrático, sin rendirnos al dogma de sus respuestas, sin renunciar a la incomodidad de la duda. Y sobre todo, manteniendo vivo nuestro pensamiento crítico.

Atrofiados por la IA

Sócrates fue condenado por corromper a la juventud y por “no creer en los dioses de la ciudad”. En realidad, lo que Atenas no le perdonó fue enseñar a pensar por uno mismo. Hoy no hay juicios ni cicuta, pero sí una nueva amenaza: dejar de pensar porque una máquina ya lo hizo por nosotros. Atrofiados por la IA fue el título de otra de nuestras columnas, pero vale la pena detenerse a pensar en esto. No se nos estarán atrofiando las neuronas con el uso de la IA. Este nuevo sistema no nos estará atrofiando el poder de reflexión que tenemos (o teníamos) los humanos.

El celular de Sócrates

Imaginemos por un momento al viejo Sócrates con un Smartphone. ¿Le preguntaría a la IA sobre la virtud, el bien y la justicia? ¿Aceptaría sus respuestas “de una”? ¿O tal vez le replantearía esas respuestas?

Mejor aún. Podemos pedirle a la IA que se ponga en rol de Sócrates. Y cada pregunta que le realicemos se comporte como tal. En este ejercicio, buscaríamos no petrificarnos aceptando la primera respuesta y buscar la reflexión y el pensamiento crítico con una re-pregunta.

Más que un enemigo, la inteligencia artificial podría ser una aliada para una nueva forma de sabiduría. Pero sólo si entendemos que no tiene alma. Que no hay filosofía en sus respuestas. Que la verdadera inteligencia —como dijo el propio Sócrates— no consiste en saberlo todo, sino en saber que no sabemos nada.

No dejemos de pensar

Hoy, más que nunca, necesitamos de preguntas incómodas. No solo formularlas, sino recibirlas. No basta con que la tecnología nos escuche: debe impulsarnos a pensar. Y esa responsabilidad no es de la IA, sino nuestra. Tal vez la verdadera mayéutica de estos tiempos no consista en parir ideas nuevas, sino en evitar que mueran las antiguas preguntas. ¿Sabemos realmente lo que estamos buscando?

La mayéutica como forma de vida

Qué pasaría si antes de aplicar este método a las respuestas de la IA, lo aplicamos a nuestras vidas. Se anima a realizarse preguntas incómodas, como si lo estuviese escuchando a Sócrates? Se anima a realizar preguntas incómodas a su pareja o sus amigos? Le dejo algunas posibles preguntas:

  • El trabajo que tiene, ¿realmente lo satisface o solo lo mantiene por inercia?
  • Las creencias que defiende, ¿son suyas o las adoptó sin cuestionarlas?
  • La vida que lleva, ¿es la que realmente quiere o la que otros esperan que tenga?
  • ¿Estoy eligiendo esto por convicción o por miedo a lo desconocido?
  • ¿Quién sería usted si no tuviera que cumplir con las expectativas de nadie?
  • ¿Qué parte de su vida está en pausa, esperando un “momento ideal” que tal vez nunca llegue?
  • ¿Cuándo fue la última vez que cambió de opinión sobre algo importante?

Gracias por leer. Nos vemos por AI.

Fuente: Guillermo Caggiati para MEMO

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